Reflexión Evangelio 11 de febrero | Semana V Tiempo Ordinario, jueves – Año Impar

¿QUÉ HACES CUANDO NO RECIBES LO QUE PIDES?
Reflexión Evangelio 11 de febrero

Reflexión Evangelio 11 de febrero
Jueves 11 de febrero de 2021
Nuestra Señora de Lourdes
Semana V del Tiempo Ordinario, jueves – Año Impar


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Sant 1, 21)
R/. Aleluya, aleluya.

Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. R/.

EVANGELIO

Marcos 7, 24-30
Los perritos debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.

Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: «Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos». La mujer le replicó: «Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».

Entonces Jesús le contestó: «Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija». Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella. 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Acercándose, pues, a Jesús, la mujer cananea se contenta con decirle: «Compadécete de mí» No trata la mujer de arrastrar a su propia casa al médico, no, la cananea, después de contar su desgracia y lo grave de la enfermedad, sólo apela a la compasión del Señor y la reclama a grandes gritos. Y notemos que no dice: «Compadécete de mi hija», sino: «Compadécete de mí».

Pero Cristo le respondió: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». ¿Qué hace, pues, la mujer? ¿Se calló por ventura al oír esa respuesta? ¿Se retiró? ¿Aflojó en su fervor? ¡De ninguna manera! Lo que hizo fue insistir con más ahínco. Realmente no es eso lo que nosotros hacemos. Apenas vemos que no alcanzamos lo que pedimos, desistimos de nuestras súplicas, cuando, por eso mismo, más debiéramos insistir.

En verdad, ¿a quién no hubiera desanimado la palabra del Señor? El silencio mismo pudiera haberla hecho desesperar de su intento; mucho más aquella respuesta. Y, sin embargo, la mujer no se desconcertó. Ella que vio que sus intercesores nada podían, se desvergonzó con la más bella desvergüenza. Antes, en efecto, no se había atrevido ni a presentarse a la vista de Jesús.

¿Qué hace entonces la mujer? De las palabras mismas del Señor, sabe ella componer su defensa. Si soy un perrillo —parece decirse— ya no soy extraña a la casa. Que el alimento —prosigue la mujer— es necesario a los hijos, también yo lo sé muy bien; pero, ya que soy un perrillo, tampoco a mí se me debe negar. Porque si no es lícito tomarlo, tampoco lo será tener alguna parte en las migajas. Más si se puede participar siquiera un poco, tampoco a mí, aun cuando sea perrillo, se me debe prohibir esa participación.

No quería el Señor que quedara oculta la virtud tan grande de esta mujer. De modo que sus palabras no fueron dichas con ánimo de insultarla, sino de convidarla, y con el deseo de descubrir aquel tesoro escondido en su alma. (San Juan Crisóstomo. Homilía 52, 2: PG 58, 520)


Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Evangelio 11 de febrero
Las cosas están para ser usadas, las personas no.
Mientas que la naturaleza está nuestra a disposición, los seres humanos no lo están; cada uno de nosotros es otro como yo, por lo que entonces mi prójimo no está para ser usado sino está para mí como complemento.
Para la reflexión personal

«Jamás Dios ha negado ni denegará nada a los que piden sus gracias debidamente. La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, para perseverar en la gracia, para mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo, ya para el alma, o por lo que se refiere a nuestras necesidades temporales» (Santo CURA DE ARS)

Oración

Sí, Señor, somos pecadores, no somos dignos de ser llamados hijos tuyos. Trátanos también como perrillos que mueven el rabo bajo la mesa, pero no nos expulses de la sala del banquete. Señor, en la mesa del Reino una sola migaja nos puede bastar. Que de ese alimento que nos das, nos haga capaces de darlo,  a todos los que piden alimento o amor, y darlo con abundancia, no escasas migajas o sobras del banquete, sino a nosotros mismos como alimento. como haces tú por nosotros. Amén.

Hablar con Dios

Caminando con Jesús hacia la Pascua

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