Vigésimo Tercer Domingo Tiempo Ordinario | Reflexión Evangelio 5 de septiembre – Ciclo B

EL DESIERTO MÁS PROFUNDO: EL CORAZÓN HUMANO
Vigésimo Tercer Domingo

Vigésimo Tercer Domingo
Reflexión Evangelio 5 de septiembre de 2021
Tiempo Ordinario – Ciclo B

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Mt 4, 23)
R/. Aleluya, aleluya

Jesús predicaba la buena nueva del Reino y curaba a la gente de toda enfermedad. R/.

EVANGELIO

Marcos 7, 31-37
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva.

Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Effetá!» (que quiere decir «¡Abrete!»). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En la primera lectura de este domingo, el profeta Isaías (35, 4-7) anima a los «cobardes de corazón» y anuncia esta estupenda novedad […] Todo renace y todo revive porque aguas benéficas riegan el desierto. El «desierto», en su lenguaje simbólico, puede evocar los acontecimientos dramáticos, las situaciones difíciles y la soledad que no raramente marca la vida; el desierto más profundo es el corazón humano cuando pierde la capacidad de oír, de hablar, de comunicarse con Dios y con los demás.

Se vuelve entonces ciego porque es incapaz de ver la realidad; cierran los oídos para no escuchar el grito de quien implora ayuda; se endurece el corazón en la indiferencia y en el egoísmo. Pero ahora —anuncia el profeta— todo está destinado a cambiar; esta «tierra árida» de un corazón cerrado será regada por una nueva linfa divina. Y cuando el Señor viene, dice con autoridad a los cobardes de corazón de toda época: «¡Ánimo, no temáis!» (v. 4).

Aquí se enlaza perfectamente el episodio evangélico, narrado por san Marcos (7, 31-37): Jesús cura en tierra pagana a un sordomudo. Primero lo acoge y se ocupa de él con el lenguaje de los gestos, más inmediatos que las palabras; y después, con una expresión en lengua aramea, le dice: «Effatà«, o sea, «ábrete», devolviendo a aquel hombre oído y lengua. Llena de estupor, la multitud exclama: «Todo lo ha hecho bien» (v. 37).

El ardiente deseo de Jesús

En este «signo» podemos ver el ardiente deseo de Jesús de vencer en el hombre la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, a fin de dar rostro a una «nueva humanidad», la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la comunicación, de la comunión con Dios. Una humanidad «buena», como es buena toda la creación de Dios; una humanidad sin discriminaciones, sin exclusiones —como advierte el apóstol Santiago en su carta (2, 1-5)—, de forma que el mundo sea realmente y para todos «espacio de verdadera fraternidad» (Gaudium et spes, 37), en la apertura al amor al Padre común, que nos ha creado y nos ha hecho sus hijos y sus hijas.

[…] Cristo, a quien vemos en el Evangelio abrir los oídos y desatar el nudo de la lengua al sordomudo, abra tu corazón y te dé siempre la alegría de la escucha de su Palabra, la valentía del anuncio de su Evangelio, la capacidad de hablar de Dios y de hablar así con los hermanos y las hermanas y, por último, el valor del descubrimiento del rostro de Dios y de su belleza. […] Este es el itinerario de salvación, iluminado por la luz de la Palabra de Dios y alimentado por los sacramentos, para todos los cristianos.

¡no tengáis miedo!

[…] Fieles laicos, jóvenes y familias, ¡no tengáis miedo de vivir y testimoniar la fe en los diversos ámbitos de la sociedad, en las múltiples situaciones de la existencia humana! […] cuando el corazón se extravía en el desierto de la vida, no tengáis miedo, confiad en Cristo, el primogénito de la humanidad nueva. (Papa Emérito Benedicto XVI. Homilia. Domingo 6 de septiembre de 2009)

Reflexión Evangelio Vigésimo Tercer Domingo

Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Evangelio Vigésimo Tercer Domingo.
Encontrarse con Cristo tiene niveles.
Encuentros con Cristo: el masivo porque apenas profeso la fe, el personal donde Él toma parte en mi vida, el sacramental donde su cuerpo santísimo se pone en contacto con mi cuerpo enfermo, el espiritual donde sé quién es mi Señor y Salvador.
Para la reflexión personal

San Vicente Ferrer afirmaba que Dios «no concede nunca su gracia a aquel que, teniendo a su disposición a una persona capaz de instruirle y dirigirle, desprecia este eficacísimo medio de santificación, creyendo que se basta a sí mismo y que por sus solas fuerzas puede buscar y encontrar lo necesario para su salvación.
Tomado de Hablar con Dios, meditación diaria.

Oración

Señor, abrenos los oídos, que a veces somos los sordos del Evangelio, que no te oímos bien y por eso no contamos el bien que vas haciendo en cada uno de nosotros, cuando te dejamos espacio en nuestra vida. Mete tus dedos en nuestros oídos y ábrelos a tu mensaje y a las súplicas y solicitudes de los Necesitados. Toca nuestra lengua, para que hablemos siempre palabras de cariño a todos los que amamos. Toca también nuestros ojos para que veamos y sintamos las necesidades de los que viven solos y abandonados. Acudimos a ti Madre santa, al terminar nuestra oración, pidiéndote que nos enseñes a oír atentamente todo lo que se nos dice de parte de Dios, y a ponerlo en práctica. Amén.


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