Duodécimo Domingo Tiempo Ordinario | Reflexión Evangelio 20 de junio – Ciclo B

DEJAR QUE DIOS SEA DIOS
Duodécimo Domingo Tiempo Ordinario

Duodécimo Domingo Tiempo Ordinario
Reflexión Evangelio 20 de junio de 2021
Ciclo B

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Lc. 7, 16)
R/. Aleluya, aleluya.

Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R/.

EVANGELIO

Marcos 4, 35-41
¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla del lago». Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cállate, enmudece!».

Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: «¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?». Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?». 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

La pregunta fundamental a la que conduce el relato es precisamente la última: ¿Quién es Jesús? El señorío de Jesús sobre las aguas que se agitan y muestran amenazadoras remite a buen seguro, en el lenguaje y en el simbolismo bíblico, a las aguas del éxodo, cuando Dios se reveló a su pueblo, a través de Moisés, como «liberador».

Es interesante señalar que parece haber en este texto una contradicción: Jesús pregunta a sus discípulos a propósito de su «fe» precisamente cuando se han dirigido a él aparentemente con fe. La aparente contradicción desaparece en cuanto reflexionamos sobre aquello que mueve la «fe» de los discípulos: éstos piden una intervención «interesada»; lo que les mueve es la preocupación por su propia piel, están dominados todavía por el interés en obtener «algo».

Así son también muchas de nuestras oraciones de petición, expresión de una fe todavía muy imperfecta que pide «milagros». Casi se diría que Jesús, en el texto de Marcos, impulsa a los discípulos de todos los tiempos a proceder a una purificación de su fe y de la imagen de Dios que la fundamenta: el Dios del verdadero creyente está más allá del mundo de los intereses terrenos y de sus «leyes» y, por consiguiente, no puede ser alcanzado sólo a partir de este mundo.

Dios no es el «tapagujeros» de nuestras necesidades, no es alguien que podamos utilizar para colmar nuestras insuficiencias. Es propio de una religiosidad primitiva e «infantil» pretender plegar a Dios a nuestras necesidades del momento. Es propio de la religiosidad «madura» «dejar que Dios sea Dios» (K. Barth).

Dejar que Dios sea Dios

Ciertamente, Dios es el señor de la naturaleza, en el sentido de que, para el creyente, Dios es el principio del que todo toma su origen, en el que todo vive y al que todo tiende. Dios es la fuente de sentido para todo lo que es. El poder del hombre sobre la naturaleza ha aumentado mucho en nuestros días: hoy conocemos muchas de sus «leyes», sabemos transformarla, aunque en parte aún escapa a nuestro control. El Dios de la fe ha sido «liberado» de la imagen de un simple garante del «orden natural». Con todo, esto no es suficiente para «dejar que Dios sea Dios».

El punto de partida de todo itinerario de fe auténtica es una experiencia de apertura a la Trascendencia. ¿Qué es lo que eso significa? En una visión dualista del mundo, que ha imaginado a Dios y al mundo, el cielo y la tierra, como realidades opuestas en términos espaciales, Dios ha sido pensado sólo como «exterior» al mundo, ha sido colocado fuera y lejos de él.

Una de las consecuencias de esta imagen de Dios ha sido impulsar al hombre a mostrarse con mayor frecuencia pasivo, o bien le ha impulsado a experimentar «miedo» frente a Dios y frente a los fenómenos de la naturaleza o incluso a pretender someterlo a sus propios deseos (magia).

La trascendencia de Dios

Ahora bien, el misterio de la encarnación, según el cual el hombre Jesús de Nazaret se ha mostrado como el rostro visible del Dios invisible, ha abierto una perspectiva diferente: la trascendencia de Dios es algo cualitativamente «diferente» en el interior de nuestra cotidianidad mundana. No se trata de un «fuera» espacial, sino de la experiencia de la proximidad de Dios y, por consiguiente, de la posibilidad de la aparición de «algo nuevo» en la historia misma. La experiencia de la resurrección de Jesús es la revelación de esta trascendencia: una experiencia que compromete también al hombre a construir un orden diferente de relaciones, liberadas de todo tipo de miedo, en el interior del propio mundo. (Tomado de Lectio Divina. Zevini-Cabra)

Duodécimo Domingo Tiempo Ordinario

Fray Nelson Medina, O.P.  
Duodécimo Domingo Tiempo Ordinario
La Palabra de Dios trae orden.
Cristo es quien trae el orden, quien pacifica las aguas creando un espacio para su creatura amada donde sea posible la vida, donde es posible perseverar y permanecer.
Para la reflexión personal

«Todo es para nuestro provecho y para el bien de las almas. Por eso, basta estar en su compañía para sentirnos seguros. La inquietud, el temor y la cobardía nacen cuando se debilita nuestra oración. Él sabe bien todo lo que nos pasa. Y si es necesario, increpará a los vientos y al mar, y se hará una gran bonanza, nos inundará con su paz. Y también nosotros quedaremos maravillados, como los Apóstoles.» Tomado de Hablar con Dios

Oración

Padre, fuente de la vida y fin último de toda criatura, manifiéstanos tu rostro de bondad y libéranos de nuestros miedos. Concédenos una fe sólida incluso en los momentos de tempestad, a fin de que seamos capaces de poner nuestra confianza no en los medios del poder humano, sino en ti, que estás presente junto a nosotros. Envíanos tu Espíritu, para que nos asista en la tarea de discernir tu proyecto sobre nosotros, nos ayude a cumplir tu voluntad, a fin de construir con confianza y paciencia ese mundo nuevo que tú nos dejas entrever en la resurrección de Jesús. Amén.


Por si no los has visto
Tema #1: Introducción Al Libro De Apocalipsis – Curso de Apologética II

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