Miércoles Segunda Semana de Pascua | Reflexión al Evangelio – Ciclo A, B y C

ACEPTAR O RECHAZAR EL AMOR DE DIOS
Miércoles Segunda Semana de Pascua

Miércoles Segunda Semana de Pascua
Reflexión al Evangelio 14 de abril de 2021
Ciclo A, B y C


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Jn 3, 16)
R/. Aleluya, aleluya.

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él, tenga vida eterna. R/.

EVANGELIO

Juan 3, 16-21
Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Dios ha demostrado históricamente su amor. Quiere la vida eterna de todos: por eso ha enviado al Hijo. Dios ama. Ama a todos. Al mundo entero. Esta es la perspectiva que lo explica todo: la Navidad (cuántas veces escuchamos en la carta de Juan la afirmación de Dios como amor) y la Pascua, y toda la historia de antes y de después.

Lo propio de Dios no es condenar, sino salvar. Como se vio continuamente en la vida de Jesús: vino a salvar y a perdonar. Acogió a los pecadores. Perdonó a la adúltera. La oveja descarriada recibió las mejores atenciones del Buen Pastor, dándole siempre un margen de confianza, para que se salvara. 

Pero por parte nuestra hay la dramática posibilidad de aceptar o no ese amor de Dios. Una libertad tremenda. El que decide creer en Jesús acepta en sí la vida de Dios. El que no, él mismo se condena, porque rechaza esa vida. Juan lo explica con el símil de la luz y la oscuridad. Hay personas -como muchos de los judíos- que prefieren no dejarse iluminar por la luz, porque quedan en evidencia sus obras.

Es una luz que tiene consecuencias en la vida. Y viceversa: la clase de vida que uno lleva condiciona si se acepta o no la luz. La antítesis entre la luz y las tinieblas no se juega en el terreno de los conocimientos, sino en el de las obras. 

Cristo ha muerto por todos.

Es la prueba del amor que a todos y a cada uno nos tiene Dios Trino. Yo, cada uno de nosotros, soy amado por Dios. He sido salvado por Jesús cuando hace dos mil años se entregó a la muerte y fue resucitado a la nueva vida. Puedo desconfiar de muchas personas y de mí mismo. Pero la Pascua que estamos celebrando me recuerda: tanto me ha amado Dios, que ha entregado por mí a su Hijo. Para que creyendo en él y siguiéndole, me salve y tenga la vida eterna. 

Sólo si yo no quiero la salvación o el amor o la luz, quedaré excluido de la vida: pero seré yo mismo el que no quiere entrar a la nueva existencia que me está ofreciendo Dios. La Pascua anual que estamos celebrando, y la Eucaristía en que participamos, deberían aumentar nuestra fe en Cristo Jesús, nuestra unión con él: «el que me come permanece en mí y yo en él». Y esto daría fuerza y aliento a nuestra vida cristiana de cada día. ( José Aldazabal. Enséñame tus Caminos. El Tiempo Pascual Día tras Día. , Vol. 3, CPL, Barcelona, 1999)

Reflexión al Evangelio Miércoles Segunda Semana de Pascua

Fray Nelson Medina, O.P.
Miércoles Segunda Semana de Pascua
Liberar lo secuestrado en la Iglesia.
Nosotros con la oración, el testimonio y la predicación debemos ayudar a recuperar lo que está secuestrado en nuestra Iglesia.
Para la reflexión personal

El amor a Dios no consiste en sentimientos sensibles, aunque el Señor los pueda dar para ayudarnos a ser más generosos. Consiste esencialmente en la plena identificación de nuestro querer con el de Dios. Por eso debemos preguntarnos con frecuencia: ¿Procuro trabajar con perfección humana? ¿Soy fuente habitual de alegría para quienes viven o trabajan junto a mí? ¿Les acerca a Dios mi presencia diaria en medio de ellos? Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 772. Tomado de: Hablar con Dios.

Oración

Padre Nuestro, Tú amaste tanto al mundo  -es decir a nosotros- que nos diste a tu único Hijo para liberarnos de nosotros mismos y para darnos vida eterna. No nos abandones a nuestra suerte y a nuestros pequeños y ridículos esquemas humanos, Danos fuerza, no para condenar, sino para edificar; no para juzgar, sino para sanar y ayudar. Y cuando nuestros torpes esfuerzos nos fallen, recuérdanos que tu Hijo, puede hacer las cosas -aun por medio de nosotros- mejor de lo que nunca nos atreveríamos a esperar. Haznos humildes, confiados, fieles dispensadores de tu Palabra en todo momento y circunstancia, incluso cuando sembramos encerrados en la cárcel de nuestro aislamiento. Amén.

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La Iglesia: Tema #5

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