Reflexión Jueves 2 de septiembre | 22a. Semana Tiempo Ordinario – Año Impar

REAVIVAR LA CONCIENCIA DE LA MISIÓN
Reflexión Jueves 2 de septiembre

Reflexión Jueves 2 de septiembre de 2021
22a. Semana Tiempo Ordinario
Año Impar

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cf. Mt 4, 19)
R/. Aleluya, aleluya.

Síganme, dice el Señor, y yo los haré pescadores de hombres. R/.

EVANGELIO

Lucas 5, 1-11
Dejándolo todo, lo siguieron.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar». Simón replicó: «Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes».

Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!». Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Entonces Jesús le dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor

Reflexión

Comienza así, también para cada uno de nosotros, la aventura cristiana. Una llamada esencial, clara, sencilla e inequívoca detiene nuestros pasos de costumbre, los detiene, fascinados y asustados, en el umbral de un camino nuevo para nosotros, en el que alguien nos precede y dice: ¡Sígueme!. Nos lo dice a cada uno de nosotros, uno por uno, llamándonos por nuestro nombre, de manera individual, personal, insistente, irresistible.

Los sonidos y los estruendos, los susurros y los gritos, en cuyo interior se desenreda el hilo de nuestros días convulsos, se oponen como una barrera, pero la voz es más fuerte: parece nacer y renacer constantemente desde lo hondo de la conciencia, surgir en la encrucijada de todas las preguntas para las que no encontramos respuesta, ofrecerse incansablemente como posibilidad inesperada. ¡Sígueme!. 

¿Se trata de una invitación? ¿De un mandato? Se trata de caminar juntos, con él delante y nosotros detrás de él, cogidos de la mano, al mismo paso, mirándonos a los ojos, a lo largo de todos los caminos del mundo, en todas las situaciones de la vida; de salir al encuentro de todo hombre al que debemos amar, como hizo él.

En el interior de la unidad y de la totalidad de la Iglesia no existe el anonimato: cada hombre tiene una relación con Dios, que es la de un yo-tú) desde siempre y para siempre. Lo sabemos bien porque lo sabe ese rimo intacto de nuestro corazón capaz de reconocer la voz cuando nos llama por nuestro nombre (A. Anzani Colombo, Per fe, per amor, Casale Monf. (1995, 45s). 

Reavivar la conciencia de la misión

Jesús ya no actuará más, de ahora en adelante, de manera directa y personal, sino por medio de hombres que escuchan y ejecutan su Palabra (echan las redes en el lago en su nombre). Todo discípulo es un enviado de Jesús: es fundamental para toda la Iglesia -para todo cristiano- reavivar la conciencia de su propia misión y de la ayuda incesante del Espíritu. Parece que Jesús envía a sus discípulos a un lago de aguas malas (sin peces), pero precisamente la obediencia a su voz vence a la apariencia contraria.

¿Por qué, entonces, somos a menudo tan pusilánimes e inseguros, prudentes hasta la mezquindad? Nosotros, que somos la Iglesia animada por el Espíritu Santo, depositaria y custodia de la energía redentora, llevamos a los hombres eso que necesitan de una manera espasmódica, aunque con frecuencia inconsciente: el sentido de la vida, la certeza de poder ser perdonados, la posibilidad de vencer la catástrofe de la muerte. 

El desprecio que muchos manifiestan a la Iglesia, a sus símbolos y a la ley moral que ella enseña no debe asustarnos. Sabemos que Cristo ha vencido al mundo. ¿Qué hemos de hacer, pues? Es sencillo: orar, formarnos y actuar. (G. Zevini, Lectio Divina. Verbo Divino (2008), pp. 93-97.)

Reflexión Jueves 2 de septiembre de 2021

Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Jueves 2 de septiembre de 2021
Pasos para una auténtica vocación.
El Señor nos llama a todos a la santidad y lo primero que debemos hacer es recibirlo en nuestra vida, escucharlo, obedecerle, humillarse reconociendo nuestra condición de pecadores, para finalmente dejarlo todo para seguirlo.
Para la reflexión personal

Si alguna vez nos encontramos cansados y sin fuerzas para recomenzar, miraremos al Señor que nos acompaña en esta barca nuestra. Entonces Jesús nos invita a poner en práctica, con docilidad interior, con empeño, esos consejos que hemos recibido en la Confesión, en la dirección espiritual, y encontraremos las fuerzas.
Tomado de Hablar con Dios, meditación diaria.

Oración

Maestro, hemos trabajado toda la noche: te pido que me des la la humildad para hacer lo que Tú me pides. Que confíe en que Tú sabes el camino para mi salvación. No quiero pedirte que te apartes de mí, pero, soy un pecador, no soy digno de tu presencia, pero mi corazón se moriría sin el calor de tu gracia. Contigo lo tengo todo y puedo convertir mi nada en un maravilloso todo. Contigo puedo ser el pescador de esos hombres que navegan por su vida sin saber a qué puerto les conviene llegar. Cerca de tí, soy feliz y dichoso, nunca permitas que me aparte de Ti. Amén.


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