Reflexión Martes 3 de agosto | 18a. Semana Tiempo Ordinario – Año Impar

CUANDO LO IMPREVISTO VIENE DE DIOS
Reflexión Martes 3 de agosto

Reflexión Martes 3 de agosto de 2021
18a. Semana Tiempo Ordinario
Año Impar

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Jn 1, 49)
R/. Aleluya, aleluya.

Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel. R/.

EVANGELIO

Mateo 14, 22-36
Mándame ir a ti caminando sobre el agua.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.

Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: «¡Es un fantasma!». Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: «Tranquilícense y no teman. Soy yo».

Entonces le dijo Pedro: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua». Jesús le contestó: «Ven». Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: «¡Sálvame, Señor!». Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?».

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: «Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron, quedaron curados.
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Hay una especie de hilo de oro que acomuna a los personajes perfilados en el fragmento evangélico propuesto: la fe. Se requiere la fe a los discípulos, que, por orden de Jesús, deben subir solos a la barca, mientras que su Maestro despide a la muchedumbre entusiasmada por haber sido saciada de pan en el desierto.

Una fe-obediencia dura y probada por las largas horas de travesía en medio de olas agitadas, con el tormentoso pensamiento de que ha sido precisamente Jesús quien les ha abandonado en la noche, en la dificultad, en el desconcierto. Se vuelve a pedir de nuevo la fe a los discípulos cuando le ven avanzar -¡como un fantasma!- sobre las aguas agitadas por el viento. Por consiguiente, es otra vez él quien les pone en dificultades, en vez de socorrerles. 

También se pone a prueba la fe de Pedro. Es el quien pide: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas., pero, ciertamente, no le resulta fácil despegarse de la barca de los compañeros para aventurarse, en medio de la tempestad, al encuentro del misterioso personaje que le ha animado a no tener miedo.

Su fe se revela verdaderamente escasa, como la de los discípulos, como la de todos nosotros; sin embargo, en el momento de mayor peligro, ese «poco de feo -no más grande que un grano de mostaza- le hace brotar del corazón el grito de una autentica oración gracias a la cual encuentra ayuda de inmediato. 

Cuando lo imprevisto viene de Dios

El verdadero problema de los discípulos y también el nuestro es precisamente el de ser capaces de postrarnos ante Jesús y decirle con todas nuestras fuerzas: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios. Si, verdaderamente, tu eres el Señor de lo imposible, que has venido a hacerte nuestro imprevisible compañero de camino en el arduo viaje de la vida. Dios Altísimo y, sin embargo, sumamente próximo».

Precisamente porque es Dios, sus pensamientos superan nuestros pensamientos, sus caminos no son nuestros caminos; el camino que elige para nosotros no es nunca el que nosotros nos esperaríamos, no es nunca el más obvio. Por lo general, el hombre se siente presa del temor frente a lo imprevisto, y a menudo se siente incluso paralizado por el miedo y la angustia. Ahora bien, cuando lo imprevisto viene de Dios, tiene una marca inequívoca: trae consigo una paz profunda, porque es fruto del amor. 

Eso es lo que importa comprender, como habían intuido los pobres enfermos de Genesaret, que acudieron todos a Jesús sin miedo. Su deseo era tocar siquiera la orla de su manto para obtener la salvación. Creer es precisamente la humilde certeza de quien no desea otra cosa que encontrar a Jesús, poner ante el su propia pobreza y miseria con la seguridad de que será sanado por el. (G. Zevini, Lectio Divina (Mateo) Verbo Divino (2008), pp. 253-259.)

Reflexión Martes 3 de agosto de 2021

Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Martes 3 de agosto de 2021
¿Qué nos retiene en el pecado?
Piensa qué te puede estar reteniendo en miedos, vicios, pecados y pidamos a Cristo su luz para conocernos mejor y su fuerza para romper esas cadenas.
Para la reflexión personal

«si me distancio de Dios, si le olvido, si Dios queda en la periferia de mi vida, que se sumerge en lo puramente material y humano; si me dejo arrastrar por las evidencias inmediatas y Dios se desdibuja en mi alma, ¿Cómo voy a tener fe viva? Si no trato a Cristo, ¿Qué es lo que queda de mi fe?» Tomado de Hablar con Dios, meditación diaria.

Oración

Señor, estamos constantemente tensos entre el miedo y la fe, mientras peleamos con el viento y con las olas que amenazan nuestra fidelidad al evangelio. Nos gustaría vivir en tu presencia, como Moisés. Concédenos experimentar en la oración, prolongada también algunas veces durante la noche, tu viva participación en los acontecimientos de nuestra vida ordinaria. Danos la sabiduría de una oración de súplica como la de Pedro: «¡Señor sálvame!» Danos la gracia de saber aceptar que la fe nunca es humanamente segura ni adquirida de una vez para siempre. Hazla crecer en nosotros día a día. Amén.


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