Reflexión Viernes 20 de agosto | San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia – Memoria

AMORES INSEPARABLES
Reflexión Viernes 20 de agosto

Reflexión Viernes 20 de agosto de 2021
San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia
Memoria

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Sal 24, 4. 5)
R/. Aleluya, aleluya.

Descúbrenos, Señor, tus caminos y guíanos con la verdad de tu doctrina. R/.

EVANGELIO

Mateo 22, 34-40
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?».

Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, en todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas». 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Hay una interacción necesaria entre amor a Dios y amor al prójimo… Si en mi vida me falta completamente el contacto con Dios, jamás puedo ver en el otro más que el otro y no consigo reconocer en él la imagen divina. Si por el contrario, en mi vida descuido completamente la atención al otro, deseando solamente ser «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos», entonces mi relación con Dios se seca. Cuando es así, esta relación es solamente «correcta» pero sin amor.

Tan sólo mi disponibilidad de ir al encuentro del prójimo, a testimoniarle mi amor, me hace también sensible ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a ese Dios hecho para mí y según su propia manera de amarme.

Los santos –pongamos por ejemplo a la beata Teresa de Calcuta- en su encuentro con el Señor en la Eucaristía, han sacado toda su capacidad de amar al prójimo de manera siempre nueva y, recíprocamente, este encuentro ha adquirido todo su realismo y toda su profundidad precisamente gracias a su servicio a los otros.

Amores inseparables.

Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, es un único mandamiento. Sin embargo, los dos viven del amor solícito de Dios que nos ha amado el primero. Así, no se trata ya de un «mandamiento» que nos prescribe algo imposible desde el exterior sino, por el contrario, de una experiencia de amor, dada desde el interior, un amor que, por su naturaleza, debe ser compartido con los otros. El amor crece con el amor.

El amor es «divino» porque viene de Dios y nos une a Dios y, a través de este proceso de unificación, nos transforma en un Nosotros, que sobrepasa nuestras divisiones y nos hace llegar a ser uno hasta que, al final, Dios sea «todo en todos». (Papa Emérito, Benedicto XVI. Carta Encíclica «Deus caritas est,» n. 18.

Reflexión Viernes 20 de agosto de 2021

Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión Viernes 20 de agosto de 2021
Hacer propio el camino de Abraham.
Dios nos pide que salgamos de nuestras idolatrías y falsedades para ponernos en camino en su servicio, al Dios verdadero.
Para la reflexión personal

Para amar a Dios con todo el corazón hemos de acudir con frecuencia a la Humanidad Santísima de Jesús –y quizá leer durante una temporada una vida de Cristo–: contemplarle como perfecto Dios y como Hombre perfecto. De modo particular, meditaremos su Pasión y Muerte en la Cruz, su generosidad sin límites cuando más sufre.
Tomado de Hablar con Dios, meditación diaria.

Oración

Señor, que mi amor hacia tí, como todo amor verdadero, no sea solo sentimiento; no es sensiblería, ni sentimentalismo vacío. Concédeme que tu amor me conduzca a múltiples manifestaciones operativas; es más, que dirija todos los aspectos de mi vida. Obras son amores y no buenas razones”. Señor, me propongo  decirte muchas veces que te amo, a lo largo del día, con tu gracia, será sobre todo mi conducta, serán las pequeñeces de cada día las que clamen delante de Ti, mostrándote mi Amor. Amén.


Hoy celebramos la Memoria de
San Bernardo de Claraval
Abad, doctor de la Iglesia (1090-1153)
fue el gran contemplativo que llenó todo el siglo XII con obras admirables de apostolado en diversos campos, Fue un alma que vivió en radicalidad su vocación monástica centrada totalmente en Cristo, de la que derivaron sus grandes actuaciones a favor de la sociedad de aquellos tiempos, aquejada de profundas lacras.

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