II Domingo de Adviento | Reflexión 5 de diciembre – Ciclo C

UNA FUERZA QUE DESCIENDE DE LO ALTO
II Domingo de Adviento

II Domingo de Adviento
Reflexión 5 de diciembre de 2021
Ciclo C

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. Lc 3, 4.6)
R/. Aleluya, aleluya.

Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán la salvación de Dios. R/.

EVANGELIO

Lucas 3, 1-6
Todos verán la salvación de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.

Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:

Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios. 
R/. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En este segundo domingo de Adviento, la liturgia propone el pasaje evangélico en el que san Lucas, por decirlo así, prepara la escena en la que Jesús está a punto de aparecer para comenzar su misión pública (cf. Lc 3, 1-6). El evangelista destaca la figura de Juan el Bautista, que fue el precursor del Mesías, y traza con gran precisión las coordenadas espacio-temporales de su predicación.

[…] Dos cosas atraen nuestra atención. La primera es la abundancia de referencias a todas las autoridades políticas y religiosas de Palestina en los años 27 y 28 d.C. Evidentemente, el evangelista quiere mostrar a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia real; que Jesús de Nazaret es un personaje histórico que se inserta en ese contexto determinado.

Una fuerza que desciende de lo alto

El segundo elemento digno de destacarse es que, después de esta amplia introducción histórica, el sujeto es «la Palabra de Dios», presentada como una fuerza que desciende de lo alto y se posa sobre Juan el Bautista.

Mañana celebraremos la memoria litúrgica de san Ambrosio, el gran obispo de Milán. Tomo de él un comentario a este texto evangélico: «El Hijo de Dios —escribe—, antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo. Por esto, san Lucas dice bien que la palabra de Dios descendió sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, porque la Iglesia no tiene su origen en los hombres sino en la Palabra» (Expos. del Evangelio de Lucas 2, 67).

Así pues, este es el significado: la Palabra de Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías y convoca a la Iglesia. Jesús mismo es la Palabra divina que se hizo carne en el seno virginal de María: en él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia. San Ambrosio prosigue en su comentario:»Descendió, por tanto, la Palabra, para que la tierra, que antes era un desierto, diera sus frutos para nosotros» (ib.).

La Iglesia necesita purificarse

Queridos amigos, la flor más hermosa que ha brotado de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Pero, mientras que María es la Inmaculada —así la celebraremos pasado mañana—, la Iglesia necesita purificarse continuamente, porque el pecado amenaza a todos sus miembros.

En la Iglesia se libra siempre un combate entre el desierto y el jardín, entre el pecado que aridece la tierra y la gracia que la irriga para que produzca frutos abundantes de santidad. Pidamos, por lo tanto, a la Madre del Señor que nos ayude en este tiempo de Adviento a «enderezar» nuestros caminos, dejándonos guiar por la Palabra de Dios. (Papa Emérito Benedicto XVI, Ángelus. 6 de diciembre de 2009)

Reflexión II Domingo de Adviento

Fray Nelson Medina, O.P.
Reflexión II Domingo de Adviento
Cómo preparar la venida del Señor. ¿Qué está impidiendo que Dios llegue a nuestra vida? Debemos quitar la soberbia, la arrogancia, la vanidad, el egoísmo y la melancolía para preparar la venida del Señor.
Para la reflexión personal

Somos testigos y precursores. Hemos de dar testimonio, y, al mismo tiempo, señalar a otros el camino. «Grande es nuestra responsabilidad: porque ser testigo de Cristo supone, antes que nada, procurar comportarnos según su doctrina, luchar para que nuestra conducta recuerde a Jesús, evoque su figura amabilísima.» San Josemaría EscriváEs Cristo que pasa, 122. 
Tomando de Hablar con Dios, meditación diaria.

Oración

Padre nuestro, ahora en nuestro tiempo sabemos cómo perforar montañas, y nivelar colinas para construir autopistas, pero hemos perdido el camino que nos lleva al corazón de los otros y hacia ti. Que tu Hijo venga a nosotros para hacernos lo bastante creativos y audaces para construir avenidas de justicia y amor que nos hagan encontrarnos los unos a los otros y encontrarte a ti, nuestro Dios vivo. Señor Jesucristo, danos la determinación y el valor para quitar los obstáculos que nos separan los unos de los otros, y para allanar el camino para tu venida. Quédate con nosotros, Señor, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.


Evangelio I Domingo de Adviento
ESPERA, CON SOBRIEDAD Y ORACIÓN.

Por si no lo has visto
Una Hora de Alabanzas para el MEC – Juan Soriano – testimonio

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